A lo largo de mi corta vida he conseguido darme cuenta de que una persona es una de las cosas más complejas habidas y por haber, y un amigo más aún. Claro, que hay amigos y amigos.
Están aquellos que aparentan serlo y luego no son más que concentrados de hipocresía solidificados, esos que lo único que hacen es criticar y hacer daño. No a ti, por supuesto, tienen que aparentar ser tus amigos para poder reírse de ti luego. Lo peor es que somos tan idiotas que nos dejamos llevar por estos amigos, y acaban haciéndonos daño, mucho daño. Curioso, parece que todos los seres humanos tenemos la capacidad extraordinaria de acercarnos a lo que más daño nos hace. ¿Morbo? No, yo creo que es mera estupidez.
Luego están los amigos de verdad, los que pueden no parecerlo, pero están siempre ahí para todo. Te aguantan cuando te enfadas, escuchan todo lo que tienes que decir acerca de tus amigos y te consuelan con sus propios problemas. Si, es todo muy bonito ¿verdad? Happy flowers para siempre, tienes una vía de escape para cuando te saturas a cambio de soportar problemas ajenos durante un rato. No es solo eso, y ahí es a donde voy, ese es el motivo de esta entrada.
Una vez encontramos a los amigos de verdad, acabamos hiriéndolos, como si fuera un rito. Bueno, puede tomarse como tal, un rito de selección natural de amigos. No suena mal. Haces o dices algo y la cagas, aunque no te das cuenta hasta mucho tiempo después, porque en el momento crees que estás haciendo lo correcto, que algún día te lo agradecerán. Y no es así. Luego hay dos maneras de que ellos reaccionen. Pueden ofenderse (con motivo) y tomarte como un amigo que solo quiere herir y mantener las apariencias o pueden aguantar y seguir ahí, tomar la ofensa como una anécdota más, porque lo bueno es mucho mejor.
Pero llega un día en que te das cuenta de que hay algo que no has hecho bien, que no tenías que haber dicho o hecho cierta cosa, y te arrepientes, te arrepientes tanto que hasta te duele. No tienes una máquina del tiempo, no puedes volver atrás, la vida no te da segundas oportunidades, así que tienes que apechugar y seguir adelante, asumiendo las consecuencias de lo que has hecho. Lo único bueno es que, si los amigos eran de verdad, seguirán ahí, y tienes que decirles lo que sientes, o que lo sientes, si coincide. Si son de los buenos te entenderán y lo tomarán como una anécdota más para reírse en el futuro. Y si no eran más que sacos de hipocresía... mira el lado positivo, ya no tienes que aguantarlos más.
¿A qué viene esto? Básicamente a que me he puesto a recapacitar sobre quiénes son verdaderamente mis amigos, y me he dado cuenta de que, a veces, he hecho mucho daño, y lo seguiré haciendo, porque yo soy una de esas personas que tropieza más de dos veces con la misma piedra.
No soy yo de pedir perdón ni de arrepentirme, pero en este momento, lo haré, porque mis verdaderos amigos se lo merecen.
Este texto va dirigido principalmente a mis compañeros de Más Allá de las Palabras, que han demostrado estar siempre ahí, en los buenos y malos momentos, como los amigos de verdad.
Gracias por estar ahí siempre.
1 comentario :
Estoy de acuerdo contigo, Ith. Pero más allá de eso, no estoy de acuerdo, sino que ESTOY DE ACUERDO. Con mayúsculas.
Porque leyendo esto me he dado cuenta de que es verdad (la parte de los "amigos" más o menos ya me la sabía, me ha pasado muchas veces), porque esos amigos a veces te pueden tomar por "amigos" porque les haces daño sin querer, y, al fin y al cabo, yo también hago daño.
Pasamos demasiado tiempo pensando en que nos han hecho daño para darnos cuenta de que nosotros también lo hacemos. Yo espero poder aprender a hacerlo mejor, y seguro que tú también lo harás, Ith, porque este texto ya es un maravilloso comienzo :)
¡Un abrazo muy fuerte!
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