Poesía eres tú.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “Del cielo un grito a sus ojos llueve”. Puedo narrar las aventuras de un Hidalgo cuerdo como las estrellas, o contar las hazañas de un héroe que tuvo que dejar su familia y su tierra por un desgraciado error, mas hoy quiero hablarles de la historia de amor más bella nacida en el seno del planeta. No es aquella historia en la que el amor acaba muriendo a manos del odio y se lleva por medio a dos jóvenes con la vida en los labios. No. Se trata de un amor puro, sin odio ni lamentos. 

Dicen que ocurrió hace bastantes años, en una época que ya nadie vive para recordar. En una ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme nació y creció un niño que supo hacer del dolor y la soledad sus amigos y del amor y los sueños su filosofía. Fue conocido en vida por lo que muchos olvidarían a su muerte, mas nadie sabe de su hermoso secreto, de su verdadera historia de amor. 

Era una noche tan oscura como la mirada de la luna y tan cálida como los sueños del sol. Aquel joven volaba por entre las ánimas rescatando y cosiendo recuerdos con un hilo de imaginación. Con su mente perdida por el reino de los sueños vio cómo se acercaba a él una hermosa dama, con el pelo y los ojos del color de un verso y la piel de un lienzo. En cuanto fijó la mirada en sus ojos ella se desvaneció. Fue tan fugaz que el joven creyó haberlo imaginado, mas aquel recuerdo hizo que todo cambiara, que las noches se iluminaran, que el día se oscureciera. Más aún cuando se dio cuenta de que su fémina llegaba y se marchaba con la luna. No había forma de llegar hasta ella, pero pronto se dio cuenta de que la figura tardaba más tiempo en desaparecer. 

Una noche decidió ir a hablar con ella, preguntarle el secreto de su belleza, de su hermosura, mas cuando abrió la boca, ella volvió a desvanecerse. Así pues, con el propósito inquebrantable de hacerle llegar a aquella dama sus palabras de amor, cogió un papel y, con una pluma y tinta del color de los ojos y los cabellos de su amada escribió una tímida poesía. Cuando se giró, dispuesto a recitársela, se encontró con ella de frente. Leyó en su mirada el mismo poema que acababa de escribir, aunque en sus ojos era infinitamente más hermoso. El poeta alargó la mano, dispuesto a acariciar la porcelana de su piel, mas ella huyó asustada como un cervatillo. Así pues el joven dedicó las noches a buscar a aquella dama, a escribirle poemas y leyendas, a tentar a la suerte anhelando lo imposible. Todas las noches era igual. En cuanto levantaba la pluma del pergamino, su rostro de ángel aparecía en el cuarto lúgubre, mas el poeta no podía hacer más que contemplarla si no quería que huyese. 

Pasaron los años, tiempo en que el poeta conoció a muchas mujeres, pero ninguna tan hermosa como aquella. Todas las noches la buscaba en una rima, en una poesía, y ella a veces hacía gala de su presencia y a veces no. Se dio cuenta entonces de que aquello que sentía era amor, un amor profundo y rayano en la obsesión, en la locura, mas un amor que le colmaba de felicidad. Comenzó a leer uno de sus poemas en voz alta, leyó los primeros versos y se perdió tanto en aquellas letras que no se dio cuenta de que otros labios finalizaban con infinita ternura la rima. 

-Yo soy un sueño, un imposible, 
Vano fantasma de niebla y luz; 
Soy incorpórea, soy intangible; 
No puedo amarte. 

-¡Oh, ven; ven tú! 

El poeta sintió el aliento de su amada en la nuca y, por primera vez, el roce de su piel. Era fría y cálida al mismo tiempo, tan suave como rozar un suspiro. Se giró lentamente, con temor a asustarla, y quedó frente a aquellos dos versos con nombre propio. 

-Al fin –dijo ella en un suspiro. Sus palabras eran tan dulces que la miel se tornaba hiel en comparación. 

-Llevo años buscándote entre las palabras –susurró el poeta-. ¿Dónde estabas? ¿Conoceré algún día el nombre de la dama que ha robado mi pasado y tiene secuestrado a mi futuro? 

-Algunos me llaman Poesía, pero bien es cierto que hace un suspiro me llamaron Erato. Tanto da. Soy un sueño, como bien has descrito en tu poema. Un imposible. Regente del reino de Más Allá de las Palabras. Una casualidad hizo que me encontrara contigo, mas el amor y la dicha que de él emana me han traído a la vida. Ahora mi alma te pertenece, poeta; a partir de este momento estaré contigo para siempre. 

Y así todas las noches el poeta se refugiaba en la luz de las velas y escribía versos para su musa, para su amada. Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; y por un beso, una poesía. Así hasta que, poco después, el poeta enfermó gravemente. En su lecho de muerte se atrevió a hacerle a su amada una pregunta que llevaba años preguntándose, desde que aquella noche de verano en su ciudad natal la viera por primera vez. 

-Amada mía, ¿ha sido acaso todo esto un sueño? Cierto es que nunca creí que sería tan feliz como lo fui a tu lado. Ha de ser un sueño o locura. 

Ella rio y contestó: 

-¿No es verdad, ángel de amor, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son? 

El poeta murió poco después, y la Poesía hubo de buscarse otro amante. Y ocurrió lo mismo con él, y con todos los que le siguieron. 

Y es que, al fin y al cabo, mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas, habrá Poesía.